Comentario semanal para Radio Exterior de España 28 de Marzo 2014
Hace un año la sorpresa sacudió al mundo, y sobre todo a los católicos.
En cuestión de días, y sin previo aviso, renunció un Papa –lo que no ocurría desde hace 6 siglos-; fue nombrado otro, contra toda tradición, no Europeo y del Sur, el primer jesuita -para más señas-, también primero en llamarse Francisco, el nombre del Santo comprometido con los pobres y la naturaleza.
Con sus primeros gestos: sin lujo ni boato, huyendo del aislamiento, y acercándose a los pobres, emigrantes, represaliados o enfermos con premeditada naturalidad, marcó un cambio -para algunos, más de forma que de fondo; para otros, toda una declaración de intenciones-.
Doce meses después, una avalancha de publicaciones analizan el fenómeno, ya convertido en icono. Un culto que el Papa Francisco rechaza, tanto que no permitió actos oficiales de aniversario, se retiró en una semana de ejercicios espirituales fuera del Vaticano con una Curia que debió volver en bus –como él-, y solo envió un twit con la misma frase con la que empezó: “recen por mí”.
Sin explicar mucho su renuncia, más allá de las flacas fuerzas por su avanzada edad, su antecesor Benedicto XVI afrontó simultáneas crisis: por las discutidas finanzas del banco Vaticano y la opaca gestión de la Curia Vaticana; los casos de pederastia minimizados y ocultados por años; y la pérdida de fieles…. además de una falta de sintonía con los cambios y crisis de la sociedad.
La declaración de intenciones del nuevo Papa fue una epístola sobre “La Alegría del Evangelio” – al reclamar una iglesia menos fúnebre y más abierta a una sociedad donde el dinero sirva y no gobierne-. Aunque lo define más el cúmulo de frases y gestos rotundos que, sin prisa pero sin pausa, marcan una especie de programa. Más rápidas y drásticas fueron las medidas internas, aunque pasaron algo desapercibidas: investigación y orden financiero – con el resultado del primer presupuesto público del Vaticano-; o inventarse un consejo de asesores –llamado G-8- en una dinámica de descentralización que también aplica a los nombramientos.
Menos conocido es lo relativo a los casos de pederastia, más allá de investigaciones nacionales como la de Irlanda, aunque se anuncia una nueva Constitución para la Curia, y un Comité de Protección de la Infancia, lo que propició que Naciones Unidas criticara con dureza la falta de colaboración y medidas contundentes en un informe a mitad de Febrero. Un duro revés sobre el que el Papa no se ha pronunciado.
Sus portavoces piden paciencia, los expertos confían en su combinación de astucia y encanto, otros sugieren que el Papa habla más con los silencios que con lo que dice, pero en todo caso goza aún de la gracia de lo nuevo.
Tanto, que en la primer iniciativa inter-confesional propició este mes un acuerdo en el Vaticano entre la iglesia católica y anglicana, así como la autoridad musulmana del Gran Imán de Egipto, para acabar con la esclavitud moderna: los 30 millones de personas que son objeto de trata, una iniciativa que se extenderá a los líderes políticos mundiales y gestores de las 60 principales multinacionales.
También su próximo y segundo viaje será ecuménico, cuando visite entre el 24 y 26 de Mayo, la conflictiva zona de Tierra Santa.
Aunque le disguste el personalismo y busque mostrarse terrenal y hombre común –cuando paga cuentas o renueva sus documentos-, dará que hablar, porque en buena medida su poder para cambiar la iglesia e incidir en los desafíos del mundo reside, precisamente, en dar que hablar.